lunes, 30 de noviembre de 2009
Reseña houellebecquiana: La souffrance et le phénòmene
La falta, la muerte, la souffrance; invitadas frecuentes al encuentro intempestivo, ácido y provocativo de la escritura que brota de Houellebecq. La Modernidad transgredida, fracturada por un “atleta del desconcierto, experto en nihilismo, virtuoso del no future” –certificado así por Pierre Assouline.
El escritor –considerado por algunos como el mejor autor francés con vida– se presentó en la Casa del Lago en el ciclo Poesía en Voz Alta.09. Su principal motivo de visita no fue la promoción editorial, sus libros ya venden bastante –al grado que parece ser el único best seller que fue a la escuela, o mejor dicho, el único que no fue domesticado por la educación clásica.
Houellebecq admitió ante la prensa mexicana que un motivo significativo entre otros para aceptar la invitación de Alonso Arreola –ex bajista de La Barranca– es la curiosidad antropológica; se pregunta cómo es posible vivir en una ciudad tan grande como la capital mexicana, quiere verlo con sus propios ojos. Descansa al ver que sus habitantes no tienen cara de locos.
Una vez que tal reminiscencia de curiosidad moderna fue calmada por la aplastante normalidad del Distrito Federal, el francés se alista para su presentación en la Casa del Lago. Dos días antes del evento ensaya con Alonso Arreola, quien musicalizaría su declamación; establecen puntos de contacto, estructuras generales entre la música del mexicano y la poesía del galo.
Finalmente llega la cita, un foro al aire libre de la Casa. Houellebecq, conocido por su narrativa, recita una selección del poemario Supervivencia –Rester vivant es su título original. Alonso suelta, desinihibido, una descarga de improvisación, síncopa y atonalidad, un toque de campana es la clave para que el poeta inicie cada uno de sus fragmentos.
Un sufrimiento fértil
“El universo grita”, la suffrance es primera parada temática del recorrido. Chema Arreola acompaña a su hermano en las percusiones. No importa lo compleja y precisa que sea la mecánica de la palabra, sus signos de puntuación y otros artefactos, por alguna razón sólo el autor sabe cómo leer su obra. Esto fue cierto tan cierto para Houellebecq como lo fue para Cortázar o Paz en su momento.
El primer paso para el poeta es regresar al punto de origen, es decir, el sufrimiento; el bajo de Arreola grita, despierta. “Todo sufrimiento es bueno. Todo sufrimiento es útil. Todo sufrimiento rinde frutos. Todo sufrimiento es un universo” –recita con su áspero francés.
Un personaje, Henri –de un año de edad – llora; esa pequeña cosa cubierta de excremento berrea y agita sus extremidades, exaspera a la madre, ella se va. Buen inicio para una carrera de poeta.
Marc tiene 10 años, su padre está muriendo de cáncer en el hospital; entre las máquinas, el tubo que entra por su garganta y las gujas intravenosas sólo la mirada está viva. Marc ama a su padre, al mismo tiempo comienza a desear que muera. Siente culpa; tiene trabajo que hacer, cultivar su sufrimiento, tan particular y tan fértil.
“Si el mundo está compuesto de sufrimiento, es porque él mismo es, esencialmente, libre. El sufrimiento es la consecuencia necesaria del libre juego de las partes del sistema”. Sin embargo, no es posible transformarlo en una meta, él simplemente es; la forma en que afecta la vida puede ser lo brutal o lo insidioso, es preciso conocer ambas maneras, estudiarlas de cerca.
El poema se convierte en un consejo: la adolescencia es un punto importante, una vez que se desarrolla la idea del amor se está en camino. Si no puedes salir con una chica –por fealdad, timidez u otra razón– entonces lee revistas femeninas, experimentarás un sufrimiento similar. Ve al fondo de la ausencia de amor. Cultiva el odio a uno mismo, el desprecio a los demás; mézclalo todo, forma una síntesis. Acumula frustraciones en gran número.
Arruina tu vida, pero no por mucho. Cada fragmento del universo debería ser una herida personal en ti. A pesar de todo, mantente vivo, al menos por un tiempo. Desarrolla un profundo resentimiento a la vida, el resentimiento es necesario para cualquier creación artística verdadera.
Por momentos la voz de Houellebecq se detiene para dar paso a la improvisación de los nietos de Juan José Arreola. Alonso es un virtuoso del bajo; con la ayuda de los pedales y los samples puede tocar el arroz, sacarle música. “El universo es como una discoteca”; Arreola hace una incursión en los beats electrónicos y Michel no disimula, sigue el ritmo con los pies.
Profeta maldito, un enfant terrible
Mantenerse vivo, no por mucho. El sufrimiento carcome por dentro antes de que haya tiempo de hacer algo bueno con él; el suicidio no resuelve nada. Houellebecq invita a imaginar qué huera pasado de tener éxito Baudelaire en su intento de suicidio a los 24 años. La estructura es la única manera de escapar al suicidio, es preciso creer en la estructura y la métrica.
Por los temas, el estilo y las formas, en Houellebecq es posible escuchar ecos, así de los Poetas Malditos como del Postestructuralismo francés. De los primeros hereda ese talante cáustico, políticamente incorrecto, casi en tono desesperado.
De lo segundo hereda la máscara de deconstructor de una época –esa Modernidad llevada y traída. Consciente o no –porque después de Freud o Derrida la conciencia es un cuento para espantar a los niños–, Houellebecq sabe algo, está al tanto de que es el único sobreviviente de una generación en la que el resto acabó en la locura o en la muerte.
Como ellos, es un enfant terrible, expresión que usan los franceses para designar a los niños que hacen preguntas incómodas, embarazosas, a los adultos. Kant, Hegel o Platón son los adultos, Lyotard o Foucault son los infantes; hacen cuestionamientos que sonrojan a aquéllos, los sulfuran al borde del desmayo.
El autor de La posibilidad de una isla también intuye el final de un ciclo, de toda una época, algo que deja claro en sus Partículas elementales. Es una suerte de profeta maldito que huele el final y el inicio de algo nuevo; el atípico personaje cultural que no llega con ideas frescas, a revolucionar nada, ni a ofrecer nuevos caminos, no es un visionario; antes bien, es de aquellos que llegan a clausurar, a demoler.
Es impredecible desde su nacimiento, según el certificado civil nació en 1958 pero es posible que la fecha real sea 1956. Su fama se extendió con opiniones controvertidas como su afirmación de que “la religión más idiota del mundo es el islam”; esta expresión lo llevó a juicio por injuria racial e incitación al odio religioso. Fue absuelto con el criterio de que la crítica religiosa es legítima en un estado laico.
Sus padres se desentendieron de él a una edad muy temprana –al respecto, su inconsciente no disimula varias proyecciones en sus novelas. Se licenció como ingeniero agrónomo, y trabajó un tiempo como informático; de esta combinación no pueden esperarse cosas normales.
Los nietos de Juan José
El nombre de la presentación, Partículas horizontales, surge como una fusión entre la novela del francés y el proyecto Música horizontal de Alonso Arreola. Las piezas interpretadas fueron preparadas ex profeso para la ocasión junto a su hermano menor, José María, Chema, en la batería.
Desde la casa en que su abuelo, Juan José Arreola, librara una cruzada contra el silencio, los nietos no desmerecieron ante la presencia de Houellebecq. Alonso ha grabado junto a músicos de gran renombre como Trey Gunn o los mexicanos Cabezas de Cera, alternó con King Crimson en su visita al Teatro Metropolitan, fue el bajista de cabecera en La Barranca de 2001 a 2007.
También ha sido editor y periodista en publicaciones como Rolling Stone, Life & Stile, La Jornada y Reforma; él propuso personalmente la idea a Houellebecq, a quien se acercó por e-mail como un lector más, en el proceso le regaló al escritor galo un libro de su abuelo.
Su hermano menor, José María, es un baterista formado, melómano; se encuentra en un proceso de migración hacia la literatura, apellidarse Arreola lo hace más fácil –o más difícil, pero nunca igual. La ocasión también sirvió para dar a conocer su primera novela, Aire en espera, de corte juvenil; lleva al texto una de sus mayores convicciones, que la literatura es ritmo.
lunes, 23 de noviembre de 2009
Socrático-platónica
jueves, 19 de noviembre de 2009
Día internacional de la Filosofía
Mi análisis del partido (como veremos la realidad futbolística, socioeconímica y filosófica no son tan distantes entre sí):
Los alemanes con la delantera de miedo: Wittgenstein-Nietzsche-Heidegger... Leibniz, Kant y Hegel (capitán) en al retaguardia, ¡¿Quién podría vencerlos?! Respuesta: sólo los griegos. DT: Martin Lutero. En la banca (además de la tardía entrada de Marx) debió haber estado toda la Escuela de Frankfurt.
Los griegos capitaneados por Heráclito! Platón y Aristóteles defendiendo, Sócrates en la delantera. Hay cachirules porque algunos no son propiamente filósofos. ¿Quién les puede ganar?: Nadie! Sin duda nadie merecía más meter el gol del campeonato que Sócrates, digno campeón. No mencionan al DT, yo pondría a Homero, un poeta ciego guiendo a los hombres más sabio, sólo puede resultar en algo Grande --la civilización Occidental entera, por ejemplo. ¡y qué banca¡, como Brasil futbolero, para armar dos selecciones; ahí debieron estar varios Presocráticos y un par de Sofistas.
Sin duda, nadie mejor para arbitrar que Confucio; aunque Tomás y Agustín en las lineas me parece que favorecieron a los griegos (Platón y Aristóteles, por supuesto), tanto que ¡Marx tenía razón, razón en todo!: era fuera de lugar!! Todo estaba fuera de lugar! Observen bien y era fuera de lugar, algo que no habría sucedido de poner a la tradición judeo-cristiana en la judicatura de línea. Tal vez un matemático Hindú, o nuestro Nezahualcóyotl.
Nótese que Alemania arrasó con los ingleses en la semifinal, resultado que no me sorprende, la media empirista/utilitarista no tuvo mucho qué hacer contra al terrible delantera Alemana, y seguro que no resolvieron el enigma de su defensa.
Me pregunto quién sería el cuarto semifinalista. Seguro que Francia, con una delantera postestructuralista (imagínense la explosividad de Lyotard, Derrida, Foucault jugando adelante, con Descartes y Sartre en la media), la defensa implacable de Rousseau y Althusser; seguro ganarían el Fair Play con Ricoeur y Levinas completando la línea de 4.
¿En cuartos quién se habría quedado? Seguro Austria con el metódico juego del círculo de Viena, la media de Popper y el atípico Feyerabend; Estados Unidos y su digno pragmatismo capitaneado por uno de los mejores jugadores del torneo, Charles S. Peirce, acompañado en la media por Dewey y James, al frente Rorty y Chomsky, tal vez Quine; siempre fortalecidos por Kuhn, Mead, et. al. Yo pondría de técnico a Hemingway.
Me pregunto si aquí México sí pudo llegar al quinto partido; de ser así varios de sus mejores talentos serían naturalizados como Dussel, Xirau, Gaos o Nicol (una delantera muy pero muy respetable), capitaneados sin duda por José Vasconcelos, muy de estilo alemán; la defensa con Leopoldo Zea, Antonio Caso, Alonso de la Veracruz, Luis Villoro; y varias promesas con sus alumnos de la FFyL de la UNAM (ñ_ñ).
Me preguntaba quién dirigiría a México, tiene que ser una figura consagrada, legítima, no filosófica en sentido estricto, y que goce del respeto de todos en su país; Octavio Paz no tiene la legitimidad, Vicente Fox ya fue contratado por el Real Vetea Lachingada, Rulfo sólo escribió un par de libros. Y la única respuesta verosímil fue: Sor Juana Inés de la Cruz, sí señor, la única Directora Técnica de todo el torneo.
En cuartos también se debió haber quedado Rusia (Koyré, Bakunin, Lenin, Trotsky), pero con tanta expulsión fueron eliminados. Los nórdicos con talentos aislados brillantísimos, como el danés Kierkegaard.
La furia roja (y ene ste caso no, no es la URSS), como siempre con un gran potencial: Ortega y Gasset, Unamuno, Savater. Tal vez una Holanda con Erasmo de Rotterda, o Spinoza.
¿A quién meterían ustedes, en qué orden?
Salut!
sábado, 14 de noviembre de 2009
Apretarse el cinturón...
viernes, 6 de noviembre de 2009
martes, 3 de noviembre de 2009
Calavera diferida para Lévi-Strauss
Lyotard, Derrida, Lacan; tous elles sont partis.
Et son gran-père a dit "seulement l'inceste est universel".
Furieuse par l'oubli, La Parca a réclamé ce qui est le sien.
"Rien de plus universel que moi" s'est exclameé.
Marche! Marche avec Marx, avec Heidegger, avec Foucault.
Marche avec les grands noms.
Adieu à Lévi-Strauss.
domingo, 1 de noviembre de 2009
Garabatos: (principio de) indeterminación otológica
Esto hizo renunciar a la física a viejos ideales de la ciencia como la exactitud --entre varios otros que tuvo que dejar atrás con la relatividad y la cuántica--, lo que paradójicamente le permitió ser más certera en sus predicciones teóricas. Así, la más respetada y acreditada de las ciencias dio el salto a lo indeterminado, a lo borroso, a lo inseguro --en suma, a todo aquello que había negado la civilización durante dos mil años.
En ese mismo 1927 --porque claro, puede haber otros--, se publicaba Seind un Zeit de Heidegger, probablemente la obra filosófica más influyente del siglo XX. Heidegger se aventuraba a la gigantesca, casi megalómana obra de hacer una Destruktion, deconstrucción como Derrida nos propone, de la historia de la metafísica, es decir, la lectura predominante del ser que predominó (¿predomina?) durante la poca cosa de dos milenios o más.
No es el lugar para problematizar y profundizar sobre Ser y Tiempo, sólo tomemos dos de sus observaciones: que la historia de la metafísica --es decir Occidente y sus derivados-- se basa en un olvido de la diferencia ontológica, la diferencia entre Ser y Ente; con ello, segunda observación, se ha pretendido ver al Ser en lo Ente manera aproblemática, equiparar el Ser y lo Ente (con la resultante metafísica de la presencia que también subraya Derrida) o entregar el Ser a un Ente privilegiado como el Sujeto, el Cogito catrtesiano o la condición de Humano (Humanismo), entre otras --todas ellas expresión de una misma lectura.
Al desempolvar el camino de la diferencia va deconstruyendo el privilegio de los entes en los que se habían centrado tradicionalmente las lecturas del ser --prácticamente nadie sale librado, Descartes, Kant, Hegel, el mismo Nietzsche. El problema de esta Destruktion hace que deje Ser y Tiempo en puntos suspensivos --para nunca ser concluido (tal vez no pueda ser concluida una empresa semejante como es la pregunta por el ser). Y se encuentra con una problemática en la que su obra posterior seguirá adentrándose, el lenguaje.
Podemos decir que "cualquier cosa que sea el ser", para enunciarla, para conocerla tiene que "pasar por el lenguaje", menudo problema. El mismo Heidegger se pregunta, en obras como Identität und Differenz, si no es recaer en la metafísica el simple hecho de nombrar al ser, se pregunta si es posible un lenguaje "no representativo", para no cometer con el Ser la violencia metafísica acostumbrada y determinarlo en una entidad particular.
Tenemos que no podemos experimentar las cosas sin el ser: "esta es una computadora" (para no usar la mesa traída y llevada que ya debe estar en astillas), "esto otro es un mouse". Aunque la cópula "es" es (LOL) una estructura eminentemente indoeuropea (es decir, très occidentaux), varios investigadores han señalado que la función gramatical de cópula equivalente al "es" (ser) existe en todas las lenguas; no podemso decir los Entes sin el Ser (y menos si aceptamos la tesis de Lacan de que la mente se estructura como lenguaje). Luego de que se olvidó la diferencia ontológica y se quiso leer al ser en algún ente particular, nos preguntamos si podemos pensar el Ser no sin lo Ente sino en tanto que ningún Ente determinado, pero nos encontramos con el problema de que no podemos pensar ni decir el Ser sin el lenguaje.
¿Salir del lenguaje? ¿Decir el Ser con no-palabras y no-conceptos como la différance de Derrida? ¿Entregarnos a meditaciones metafísicas (curioso retorno a Descartes)? Lo cierto es que el ser está ahí (lindo juego el que podemos jugar en español o portugués al diferenciar ser y estar, un lujo que no se pueden dar los "tres hermanos mayores", inglés, francés y alemán), puesto que tenemos, como indica Heidegger siempre una preinterpretación del mismo.
Recuerdo un fascinante cuento de Borges, "La escritura del Dios" --tan solo refelxionar sobre el título; "escritura", con todos los ecos derridianos, y marcar con una "l" del dios, ¿decir del dios no es matar a "el dios"? ¿no es entonces una huida, no aseguro si salida, de la metafísica? Cuando el protagonista del cuento finalmente comprende la escritura del dios (no diré más de la trama por respeto e invitación para quien no lo haya leído), no puede y no desea decir "lo que leyó", es imposible comunicarlo y, en fin, irrelevante. Borges nos da una pista, si algo como comprender la unidad del ser fuera posible tal vez una predicación de semejante comprensión sería impracticable.
Así, cuando queremos aprehender lo Ente no podemos hacerlo sin cierta noción del Ser; y cuando se ha querido aprehender el Ser no se ha hecho sin que sea a aprtir de lo Ente o al menos a partir del lenguaje. Así pues, ha sido infructuoso todo itnento por determinar el Ser como una totalidad, con la precisión de un principio indudable (esa búsqueda ha sido el signo de la metafísica). Este aparente callejón sin salida recuerda un poco a la cuántica.
¿No será que la estructura física del universo es muy próxima a su estructura ontológica? No podemos medir la posición de un electrón sin que se nos escape su velocidad; no podemos llegar al Ser sin echar mano de una entidad, ¿no se intuye algo similar, una especie de (principio de) indeterminación ontológica). Tal vez se pueda llegar al Ser emancipado de todo Ente, como consigue Tzinacán, el protagonista de Borges, pero en ese caso se tiene que dejar de ser un ente, el ente que somos el Dasein (como una consecuencia de la Relatividad, para que algo pueda viajar a la velocidad de la luz debe tener masa cero, condición que únicamente cumple el fotón, que es el cuanto de la luz).
Para entender el Todo (la Teoría del Todo, una de las empresas más ambiciosas en que participa la cuántica), para entender el Ser habría que salir de la condición determinada del entendedor que es uno mismo (en otras palabras, la anti-fórmula del cogito cartesiano), olvidarse de uno mísmo. Aquí, el último fragmento de "La escritura del Dios":
Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos; hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total, y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estaban las causas y los efectos y me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh, dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las muchas montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escritura del tigre.
En una fórmula de catorce palabras casuales (que parecen casuales) y me bastaría decirla en voz alta para ser todopoderoso. Me bastaría decirla para abolir esta cárcel de piedra, para que el día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal, para que el tigre destrozara a De Alvarado, para sumir el santo cuchillo en pechos españoles, para reconstruir la pirámide, para reconstruir el imperio. Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo, Tzinacán, regiría las tierras que rigió Moctezuma. Pero yo sé que nunca diré esas palabras, porque ya no me acuerdo de Tzinacán.
Desde mi punto de vista, una "ontología probabílistica" o no-determinista, entre otros apellidos, todos ellos emparentados con el gesto de la cuántica (que no sería imitar un gesto sino co-rresponder con el mismo gesto a un momento histórico, cultural, científico en el que el hombre está re-leyendo su interpretación de sí mismo, del ser, y del universo.
Considero que algunos proyectos de una ontología no determinista han iniciado en un Levinas que piensa la otredad, un Derrida que piensa la différance. Lo cierto es que, afortunadamente, hay mucho camino por andar.
(Fotos: Heisenberg, Heidegger, Borges y Derrida respectivamente)