Hoy las páginas de inicio de Wikipedia y Google --dos instancias sin las cuales el mundo de los últimos 10 años no sería el mismo-- aparecen en "blackout" como protesta contra la Ley SOPA.
No se trata de una controversia legal más en la que cada quien defiende sus intereses, estamos ante un tironeo de fuerzas políticas y económicas, una batalla por la terrtorialización-desterritorialización (conceptos de Deleuze) de Internet, que en años recientes se ha convertido en una importante línea de fuga. Es un momento en que el sistema capitalista en su forma actual busca mantenerse y reforzarse, ampliar su dominio material y simbólico; de ganar esta batalla saldrá con más poder del que jamás ha tenido en la historia.
Leyes como SOPA buscan defender la "propiedad intelectual", pero en realidad tal es un concepto falaz --lo que espera mostrar este pequeño texto--, una construcción ideológica. Básicamente, quien defiende la "propiedad intelectual" niega la propiedad pública del conocimiento y la información, bajo la idea de que "a mi se me ocurrió, yo lo pensé desde mi creatividad, originalidad y genialidad, y si yo lo creé tengo derecho a cobrar por ello o hacer lo que se me dé la gana".
Tal es una noción hipócrita y falaz al menos por dos motivos. Primero: niega la propiedad pública de la información y el conocimiento pero subrepticiamente se sirve de él, quien escribe una canción, un libro, inclusive el científico que propone una teoría o inventa algo, ¿no toma referentes, términos, nociones conceptos, lenguajes, intereses del espacio público y los usa?, ¿acaso paga por ellos?, los toma los transforma, le agrega algo más, un "plus" y luego lo vende; ¿dónde más hemos visto este esquema?, en la producción de plusvalía descrita por Marx, en la que el capitalista se apropia del plustrabajo de un trabajo social y se apropia de la ganancia. Pero aquí no estamos hablando de bienes materiales, sino simbólicos: una idea, una canción, unas cuantas palabras, ¿de dónde sale el "plus" en este caso?, no es un plus proporcionado por el "autor", sino que viene de una compleja construcción de deseo por parte del público (¿plus de goce?), ningún "artista", "creativo" o "autor" ganaría un sólo centavo de no ser por que es movilizado el deseo de su público (deseo que como ha mostrado el psicoanálisis es sumamente lábil y responde a una descomunal serie de motivos). Lo que está en juego es el uso y transformación de referentes públicos y del deseo de los sujetos para generar una plusvalía, plus de signo, que luego es vendida al mismo público o masa que proporciona los referentes y deseos que sustentan la producción cultural, intelectual y simbólica. No nos engañemos, ni siquiera son los "autores" quienes están detrás de leyes como SOPA, son las grandes compañías, distribuidoras y productoras quienes alienan el trabajo simbólico o intelectual de los "artistas" e incluso "científicos" (caso de empresas farmacéuticas y de tecnología), éstos son los obreros de aquellas, obreros del signo y de la información.
Segundo motivo: la producción artística y científica no surge de la nada, no brota de la repentina iluminación de un genio, sino que es posibilitada por una estructura histórica y una compleja red de variables sociales y económicas que tejen las posibilidades de pensamiento y creación de los sujetos --quienes están sobredeterminados por la historia. Foucault es uno de los que mejor han mostrado como la producción de saber está sujeta a condiciones de posibilidad recortadas históricamente. El dominio público, colectivo de la información y el conocimiento (el mismo que pretenden negar aquellos grandes emporios del signo) proporciona la materia prima y los medios de valor para toda producción cultural y científica. Aunque hipotéticamente hubiera un pequeño margen de creación individual, éste sería incomparable con todos los referentes y posibilidades tomadas del espacio público, si alguien va a exigir un pago por su "creación" que antes retribuya al dominio público en la medida que se benefició de él, ¿o cuando nos conviene sí podemos tomar del dominio público y cuando no, no?, vaya noción tan falaz e hipócrita. Los grandes mitologemas del "autor" y la "originalidad" sostienen este capitalismo simbólico que produce ganancia para unos pocos, sirviéndose del deseo y apropiación simbólica de grandes masas --como mostró Guy Debord, al Capital ya no sólo la basta explotar al trabajador durante el tiempo que está en el trabajo, ahora busca también producir ganancia con él en su tiempo libre, con sus gustos, en sus ratos de ocio, con la música que escucha, las cosas que le gusta hacer, ver, leer: un dominio total del tiempo de los hombres, succionarla hasta su última gota.
Lo que vemos es la consolidación de una mutación del capitalismo que comenzó a mediados del siglo XX, un capitalismo basado en el consumo y el signo, como ha mostrado Baudrillard --quien complemente la crítica de Marx, que por sus circunstancias se centró más en el proceso de producción. La crítica de Marx es sumamente vigente para el siglo XXI sobre todo si se acompaña de una lectura como la de Baudrillard; en la actualidad, por todos lados atestiguamos la alienación de las capacidades simbólicas, expresivas y afectivas de los sujetos y la producción de plusvalor con ellas, para producir objetos materiales y simbólicos que luego son ofrecidos a las mismas personas bajo condiciones y precios que llevan a éstas a trabajar (seguir vendiendo su fuerza de trabajo, que siga siendo explotada en centros de trabajo donde entregan su plusvalor para otros fines igualmente redituables) afanosamente hasta tener el dinero para comprar esos bienes simbólicos que le hacen desear con tanta pasión --con cuánta frustración vemos marchar a tantas personas a trabajos que detestan, para comprar el smartphone de moda, la ropa de moda, para ir a un concierto, para llevar a su novia al cine. Históricamente el capitalismo es posible por la posesión de unos cuantos sobre los medios de producción, lo que ahora está en juego es la posesión de los medios de producción simbólica.
En ese momento de mutación del sistema capitalista --para incorporar con mayor peso el consumo y la plusvalía del signo--, él mismo generó varias "líneas de fuga", las cuales ha buscado re-territorializar poco a poco. Un caso fue la juventud en los años 60s: desatada como fuerza de consumo, desatado su deseo de la vieja moral de la mesura para llevarlo a la lógica del consumo desenfrenado, esta breve desterriorialización de la juventud llevó a que cuestionara el sistema. Pero ahora la juventud ha sido re-territorializada, la juventud ya no es factor de desestabilización, al contrario, es difícil imaginar un sector de la población que sostenga con más fervor la lógica de consumo y plusvalía del signo --consumo y producción de identidades, de bienes simbólicos y culturales, sobre todo audiovisuales.
Algo similar sucede con el Internet, también son compañías las que se oponen a SOPA, Twitter o facebook también son negocio, Internet surgió como consecuencia de la economía del conocimiento, pero al menos por ahora es un campo des-territorializado, que no ha podido ser dominado por completo por el capital. SOPA es una de las más importantes batallas que se han librado por la territorialización/desterritorialización de los medios de producción y distribución de información. ¡¿Cómo iba a permitir el capital que la gente se apropie de los medios (o al menos algunos de ellos) de producción simbólica?!
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ResponderEliminarme respondes a munekitacat@gmail.com
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Emilia