domingo, 3 de junio de 2012

Al final del Quijote

Hace un par de noches terminé de leer el Quijote, y lo hice con una mezcla de sensaciones. No pude contener unas lágrimas que me tomaron por sorpresa cuando leí las palabras de Sancho al regresar a su pueblo, en la Segunda parte, Capítulo LXXII y antepenúltimo: "Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también a tu hijo don Quijote, que, si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo, que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que deseare puede".

No tuve oportunidad de secar las repentinas lágrimas cuando una carcajada irrumpió al leer las palabras que inmediatamente después le dijo don Quijote: "Déjate de esas sandeces, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado a nuestras imaginaciones". Entre melancolía y risas, mi ánimo agridulce terminó por dar razón a aquella consigna que se declaraba en el prólogo del Quijote: "Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla".

Tanto cariño le tomé al Quijote y a su escudero, que en el último capítulo, cuando se anuncia la muerte del Caballero de la Triste Figura o Caballero de los Leones, regresaron las lágrimas, esta vez cuantiosas, tanto, que en hacer agua los ojos fueron secundados por la nariz. Cuantas lágrimas no había derramado por ningún personaje literario se desataron esta vez por Alonso Quijano.

Pero no sólo personajes, pues sentí más la muerte del caballero andante que la de muchas personas reales. Pero, ¿qué digo reales?, ¿qué los hace y qué nos hace más reales que don Quijote?, ¿dónde está el criterio de lo real?

Esa es otra de las genialidades del Quijote, que siglos antes de un Nietzsche, de un Borges, de un Foucault o de un Lacan, ya daba cuenta del carácter perspectivista, lábil e inestable de esa cosa llamada "realidad".

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